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domingo, 30 de marzo de 2014

Nueva Vida

Sacaba su ropa del armario para meterla en su maleta rosa. Sonreía, estaba feliz, sentía un alivio interno del que no sabía el por qué. Bueno, sí, el por qué sí lo sabía, pero exactamente no entendía por qué debía ser así. Técnicamente, debía sentir absolutamente todo lo contrario.

Debía llenar la maleta, quería llevarse todo, no dejar absolutamente nada. Quería llevarse todos sus libros, sus dibujos, sus lápices, sus fotos... Todo. No la importaba tener que coger otra maleta, no quería dejar en aquella casa nada de ella.

Lo hacía a la vez que escuchaba la radio, le animaba la música, "todo es mejor si lo haces con música" solía pensar. Sonó una de sus canciones favoritas, una de tantas. La tarareaba mientra soplaba el polvo de un álbum antiguo, le miró con cariño e hizo una suave mueca. Simple. Podría llamarse pequeña sonrisa que no llega a serlo.

 Es raro como pueden contradecirse tanto las cosas, cómo pueden aparecer a la vez sentimientos totalmente contrarios.

¿Cómo puede darse el amor y el odio en una misma relación? – Pensó.

La gustó esa frase que, afortunadamente, nunca había vivido. La apuntó en su cuaderno de frases que siempre llevaba consigo.

Abrió el álbum, ahora sí le salió una risa sincera viendo todas esas fotos antiguas. Fotos de todos esos amigos, los cuales algunos todavía siguen, y otros... Bueno. Sólo con ver la foto de la siguiente página supo que no. Que ya había otros tantos que no estaban, ni lo volverían a estar nunca. Especialmente él.

Habían vivido muchos momentos buenos, la mayoría. Pero también los había habido malos, y estos acaban superponiéndose sobre los otros y nublándolos.

Cogió esa foto. Decidió que no debería estar en ese álbum que iba a llevar a su nueva casa, a su nueva vida. Cogió un cigarrillo de su paquete a penas con tres más y le encendió con su mechero. Dio una calada, y tras soltar el humo puso aquel cigarro entre sus labios, mientras que con aquel mechero quemaba esa foto en sepia.

Miró el reloj, sólo 2 horas para que saliese el bus y ella aún así. Siempre andaba tarde, pero siempre llegaba a tiempo.

Entró en aquella vieja estación de autobuses. Esperó la cola de la ventanilla 1 hasta que llegó su turno.

-¿Destino?

-Burgos.

-Para el bus de las tres, las cinco o las...

-Las tres, las tres. ¿Es el más cercano no?

-Sí, sí. ¿Billete de ida y vuelta?




-¿Álava? No hay ningún bus a Álava señor hasta mañana.

-¿Pero cómo no va a haber?– Dijo un chico joven sobresaltado en la ventanilla de al lado.

Ella reconoció esa voz sin duda. Había pasado tiempo sin oírla, pero no la había olvidado. Se quedó quieta mirando la situación. Y bueno, a él también.

-Señora, ¿de ida y vuelta?  Señora, ¿me oye?

Él resopló y se giró hacia la izquierda y se paralizó. Ambos se miraron. Con odio, con rabia, sin decir nada y dudando sin decirlo. Él se tocó su camiseta a rayas de color sepia. Ella giró la vista para oír a la chica de la taquilla.

-¿Se conocen? ¿Quieren viajar juntos?

-No,no. No nos conocemos –La sonrió. Sólo de ida por favor. Gracias.

Montó en aquel bus. Sería la última vez que le veía, estaba segura. Éste arrancó, dejando esa pequeña estación, esa pequeña ciudad y esos recuerdos atrás. Ella comenzaba una nueva vida, podía verse a través del cristal, sólo con observar su sonrisa sincera. La misma que tenía al llegar a esa nueva estación colorida de Burgos y ver a su amiga, su nueva compañera corriendo hacia ella para darle un abrazo.